El rostro del horror y el símbolo de la resistencia
La sala del Tribunal de Aviñón, colmada por periodistas, activistas y ciudadanos, sigue siendo el epicentro de uno de los juicios más conmocionantes en la historia judicial de Francia. Gisèle Pelicot, quien durante una década fue drogada, violada y ofrecida por su entonces esposo Dominique Pelicot a decenas de hombres, se ha convertido en un símbolo de resistencia, con su valiente decisión de enfrentar públicamente el dolor. «Que la vergüenza cambie de bando», proclamó al inicio del proceso, erigiéndose como una voz contra la impunidad y la normalización de la violencia de género.
Un patrón sistemático de abuso
Desde el 2 de septiembre, el juicio ha expuesto la mecánica fría y meticulosa detrás de los crímenes cometidos por Pelicot, de 71 años. Según su confesión, administraba grandes dosis de somníferos a Gisèle para dejarla inconsciente y violarla, pero su «satisfacción» disminuyó con el tiempo, lo que lo llevó a contactar a otros hombres a través de Internet. En la casa familiar de Mazan, dictaba reglas estrictas: «No deben oler a tabaco ni tener las uñas largas. Hagan silencio. Yo lo grabaré todo». Estas grabaciones, halladas en su ordenador tras su detención en 2020, fueron clave para descubrir la magnitud del abuso.
Entre los 51 acusados, de edades entre los 26 y 74 años, 14 han admitido los hechos, mientras que 35 niegan haber sido conscientes del delito o culpan a Pelicot de manipularlos. Uno de ellos, Hassan O., está siendo juzgado en ausencia tras darse a la fuga.
En contexto: «Soy un violador, como todos los acusados en esta sala», Dominique Pélicot, el monstruo de Mazan
Durante más de nueve años, Pélicot drogó sistemáticamente a su esposa con ansiolíticos, dejándola inconsciente durante horas. Aprovechando este estado de vulnerabilidad, él mismo la violaba y permitía que decenas de hombres, que reclutaba en foros de internet, también lo hicieran. Los hombres muchas veces no usaban preservativos, aumentando el riesgo de la mujer. Gisèle, ajena al horror, despertaba a menudo sin recuerdos, solo con inexplicables dolores y una sensación de vacío.
Entre 2011 y 2020, Pélicot organizó estos encuentros al menos dos o tres veces por semana. Los hombres que participaban debían desvestirse en la cocina para no dejar ropa olvidada en el dormitorio. Todo estaba fríamente calculado para que Gisèle jamás sospechara.
El despertar de Gisèle y la lucha de sus hijos
Durante años, Gisèle creyó que sus problemas ginecológicos y de memoria eran consecuencia de una enfermedad. Fue solo tras la detención de Pelicot por grabar bajo las faldas de mujeres en un supermercado que descubrió la verdad. Desde entonces, ha enfrentado no solo a su agresor, sino también a un sistema que por años la dejó sola.
Sus tres hijos también han sido arrastrados al epicentro de este drama. Caroline Darian, la mayor, se enfrentó con furia a su padre en la sala del tribunal, acusándolo de mentir y dañarlos irreparablemente. Florian, el menor, declaró: “Preferiría que no fuera mi padre. Nos destruyó”. David, el mayor, agradeció el apoyo recibido y subrayó la importancia de justicia: «Esto no puede quedar en silencio».
Pelicot, que ha confesado todos los actos cometidos contra su esposa, le ha dicho a su familia “Nunca debí hacer esto, voy a morir como un perro”, “Mis hijos prefieren llevar el apellido de otro”, “Fui testigo de lo que vivieron después de descubrir este desastre. No imaginaba hasta qué punto, lo siento mucho por ellos”, No puedo añadir nada más, no puedo decir nada más. Ella nunca me creerá. Moriré como un perro. No le pido que venga y se ponga detrás de mi ataúd: no habrá ataúd”ha dicho el hombre de 71 años.
Esto en respuesta a las manifestaciones de rechazo de sus hijos como Caroline que ha dicho: “Jamás te iré a ver, Dominique. Morirás solo, como un perro”, “No tienes el valor de decir la verdad, ni siquiera sobre tu exmujer. Morirás en la mentira. Estás solo en la mentira. Es una pena, no tienes valor”.