
La reunión entre el expresidente Donald Trump y el presidente salvadoreño Nayib Bukele, realizada este lunes en la Oficina Oval, estuvo marcada por una defensa sin matices a la cuestionada política de seguridad de El Salvador, incluso en medio de las denuncias por abusos de derechos humanos y la deportación errónea de un ciudadano estadounidense.
Cuando se le preguntó por las condiciones en el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), la megacárcel donde se encuentra recluido Kilmar Ábrego García —residente legal de Maryland deportado por error— Trump fue tajante: “No, creo que [Bukele] está haciendo un trabajo fantástico”.
La declaración, dada durante una breve rueda de prensa en el Air Force One, generó inquietud entre organizaciones de derechos humanos y defensores de migrantes. Trump minimizó los reportes sobre abusos dentro del penal: “Tenemos gente muy mala en esa prisión… No los veo [los abusos]”, añadió.
¿Error o castigo?
Kilmar Ábrego García, quien vivía legalmente en EE.UU. junto a su esposa e hijos, fue deportado en medio de lo que la propia administración Trump calificó como un “error administrativo”. El sábado, la Casa Blanca confirmó que Ábrego está vivo y recluido en el CECOT, un penal duramente criticado por organizaciones internacionales.
Jennifer Vásquez Sura, esposa de Ábrego, compareció el viernes en el Centro Multicultural CASA en Maryland y exigió su repatriación inmediata. La Corte Suprema de EE.UU. falló a su favor, instando al Gobierno a facilitar su regreso. Sin embargo, la Casa Blanca sostiene que la decisión final recae en El Salvador.
Bukele: “No vamos a liberar terroristas”
Durante la reunión en la Casa Blanca, Bukele no dejó margen para dudas. Al ser preguntado sobre la posibilidad de liberar a Ábrego, respondió con dureza: “¿Cómo voy a introducir a un terrorista de contrabando en Estados Unidos? Por supuesto que no voy a hacerlo. La pregunta es absurda”.
Bukele aseguró tener potestad para liberar a Ábrego, pero se negó categóricamente a considerar esa opción. “¿Quiere que volvamos a liberar criminales para que volvamos a ser la capital mundial del asesinato? Eso no va a ocurrir”*, concluyó, alineándose con el discurso de Trump sobre mano dura.
Contexto y tensión diplomática
Mientras Trump continúa en campaña y consolida alianzas con líderes conservadores en América Latina, el caso Ábrego se convierte en una prueba de fuego para los derechos de migrantes legales en Estados Unidos. El conflicto también tensiona los lazos diplomáticos con El Salvador, que ahora posee la llave para resolver un error reconocido por el propio sistema estadounidense.
Por ahora, la suerte de Kilmar Ábrego García sigue en manos de dos presidentes que, pese a las críticas, comparten una visión común: la cárcel como símbolo de orden.
Bukele visita a Trump y se desmarca del caso de migrante deportado por error: “No tengo poder para enviarlo de vuelta a EE. UU.”
En una visita cargada de simbolismo político, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, fue recibido este lunes en la Casa Blanca por su homólogo estadounidense Donald Trump. La reunión bilateral abordó temas migratorios y de cooperación entre ambos países, aunque estuvo marcada por un caso puntual que ha generado controversia: la deportación errónea de un salvadoreño desde Estados Unidos, actualmente recluido en una megacárcel salvadoreña.
Cuestionado por la prensa sobre este caso, Bukele fue tajante: “¿Cómo puedo enviarlo de vuelta a Estados Unidos? ¿Cómo si lo hiciera entrar clandestinamente en Estados Unidos? (…) No tengo el poder de enviarlo de vuelta a Estados Unidos”, afirmó, en aparente referencia al migrante que fue deportado sin un debido proceso legal y cuyo regreso fue recientemente ordenado por un tribunal estadounidense.
El mandatario salvadoreño intentó desmarcarse del asunto, subrayando que la responsabilidad recae en las autoridades estadounidenses. “Es su decisión, no la mía”, dijo, pese a los llamados de organismos de derechos humanos que han señalado la urgencia de garantizar justicia en este tipo de casos.
La visita se da en un contexto político tenso, marcado por la creciente cooperación entre ambos gobiernos en materia de seguridad y migración, especialmente con el endurecimiento de las políticas fronterizas impulsadas por Trump y la militarización del sistema penitenciario salvadoreño bajo el mandato de Bukele.
Aunque no se anunciaron acuerdos formales durante la reunión, ambos líderes destacaron “el fortalecimiento de las relaciones bilaterales” y reafirmaron su compromiso con la “lucha contra el crimen transnacional”.
Mientras tanto, el destino del migrante deportado por error sigue en el limbo, atrapado en medio de decisiones judiciales.