Nicolás Maduro juró como presidente reelecto de Venezuela, ante el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez.
Para su tercer mandato consecutivo (2025-2031). La ceremonia, realizada en el Palacio Federal Legislativo, estuvo marcada por la tensión política interna y el rechazo de gran parte de la comunidad internacional.
Maduro llegó al recinto escoltado por una comitiva oficial que incluía a la primera dama, Cilia Flores; la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Rodríguez; y el presidente del Parlamento, Jorge Rodríguez. Fue precisamente Rodríguez quien lideró el acto de juramentación, cargado de simbolismo chavista y discursos de lealtad al «proyecto revolucionario».
Desde su primer ascenso al poder en 2013, tras la muerte de Hugo Chávez, Nicolás Maduro ha gobernado Venezuela en medio de acusaciones de autoritarismo, una crisis económica sin precedentes y la migración masiva de más de siete millones de ciudadanos, según la ONU. Su nuevo periodo presidencial, iniciado bajo la sombra de una elección cuestionada, no ha sido la excepción.
Durante su discurso reiteró que las elecciones de Venezuela se convirtieron en una elección mundial, “están derrotados, el fascismo está derrotado” dijo que está elección es del pueblo y no del Gobierno de Estados Unidos.
Dice que hay una conspiración en su contra, desde diversos sectores.
La sombra del fraude
Las elecciones de julio, que resultaron en la reelección de Maduro, han sido calificadas como fraudulentas por la oposición venezolana y varios países occidentales. Edmundo González Urrutia, candidato opositor y quien según denuncias habría ganado los comicios, no fue reconocido oficialmente. Su triunfo, según sus partidarios, fue ignorado por las autoridades electorales controladas por el chavismo.
Estados Unidos, Canadá, España, Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile han expresado su apoyo a González y han desconocido la legitimidad del nuevo mandato de Maduro.
Por otro lado, Rusia, China, Irán, Cuba y Nicaragua han cerrado filas en respaldo al líder chavista, fortaleciendo los lazos geopolíticos que han permitido a su gobierno sortear las sanciones internacionales.
La toma de posesión de Maduro comenzó a las 12:00 p. m. (hora de Venezuela) en una ceremonia que buscó proyectar continuidad y fortaleza del chavismo. Representantes de gobiernos aliados estuvieron presentes, destacándose la ausencia de delegados de democracias occidentales.
En su discurso, Maduro reiteró su compromiso con el socialismo bolivariano y calificó las acusaciones de fraude como parte de una “campaña imperialista” para desestabilizar al país. «Hoy comienza una nueva etapa de resistencia y victoria para nuestra patria. No nos rendiremos ante las agresiones extranjeras», dijo frente a un auditorio con la presencia de ministros, legisladores y miembros de la Fuerza Armada, columna vertebral de su poder.
El aislamiento internacional
Mientras Maduro juraba su tercer mandato, las calles de Caracas estaban lejos de ser un escenario de celebración nacional. La capital y el resto del país continúan sumidos en una crisis económica, con una inflación que sigue desbordada y servicios básicos colapsados. La migración masiva de venezolanos, que ha marcado la última década, resuena como un testimonio silencioso del descontento generalizado.
Según la ONU más de 7 millones de venezolanos han salido de país.
El nuevo mandato de Nicolás Maduro plantea interrogantes tanto dentro como fuera del país. La oposición, sigue buscando el apoyo de organismos internacionales para denunciar lo que consideran un gobierno ilegítimo. Mientras tanto, el chavismo parece aferrarse al poder, con la Fuerza Armada como su principal aliado y el respaldo de potencias no democráticas como su salvavidas en el tablero global.