
En pleno Día del Trabajo, frente a una Plaza de Bolívar y acompañado por sus simpatizantes, el presidente ondeó una bandera con franjas negras y rojas. Un símbolo del siglo XIX usado por Bolívar en Venezuela para declarar que no habría perdón ni piedad para el adversario. Su mensaje era claro: al enemigo, la muerte. Hoy, Petro pretende resucitar este símbolo bajo el pretexto de “libertad del pueblo”.
Lo cierto es que Gustavo Petro no izó una bandera, izó una amenaza. Mientras el Congreso —sede natural del debate democrático— amanecía cubierto por un telón negro para proteger sus instalaciones de los posibles ataques durante las marchas del 1° de mayo, el presidente encontró en ese gesto un pretexto y una oportunidad perfecta para victimizarse, señalar enemigos y volver a dividir al país entre “pueblo” y “traidores”.
¿Y a quién apuntó esa bandera hoy? Al Congreso de la República. A la justicia. A la oposición. A todo aquel que no repita ni comparta obedientemente sus discursos. Petro no está haciendo política, está construyendo un relato bélico: el de un líder rodeado por conspiradores, al que solo el “pueblo puro” puede salvar. Lo ha dicho sin eufemismos: si no aprueban su consulta, “el pueblo los revocará”; si no se arrodillan a su reforma, “no merecen ser reelegidos”.
Llamó “hp esclavistas” a quienes no están de acuerdo con su consulta. Y aunque luego fingió recato diciendo que “no era una grosería”, su mensaje quedó claro: quien no le obedece, es enemigo del pueblo. Y con los enemigos no se debate, se los borra políticamente. Petro no construye país: construye un paredón ideológico infame.
Le Puede Interesar : ENTREVISTA | Lanzamiento de «Liderazin Forte», el libro para ser un Líder. Autor: Ness Carballo
En medio de su discurso, no hubo por los más de 27 policías y militares asesinados en las últimas semanas en el “plan pistola” del Clan del Golfo una sola mención. Tampoco hubo mención significativa hacia los jueces amenazados, ni al miedo creciente en las regiones donde el Estado ha retrocedido. Al contrario, mientras los grupos armados imponen el terror, el gobierno promueve su propia guerra simbólica: la del odio entre instituciones, entre ciudadanos, entre colombianos.
El presidente, que prometió paz total, es hoy el principal generador de enfrentamiento institucional. Un genuino pirómano; un tirano de la confrontación. Divide a la sociedad para gobernar con lo que le queda. Y eso es peligroso. Porque en una democracia, la diferencia no es guerra. La crítica no es traición. La oposición no es enemiga del pueblo.
Levantar una bandera que en su momento justificó matanzas, para cargarla contra el Congreso de la República, es una advertencia peligrosa. Petro no está proponiendo una consulta. Está imponiendo un ultimátum. Y eso no es gobernar. Eso es barbarie. Eso es chantaje.
Le Puede Interesar : 🔴 EN VIVO | Audiencia de #Preclusión del Expresidente Álvaro Uribe por el caso del presunto Hacker Andrés Sepúlveda.
Los congresistas que hacemos oposición estamos señalados, marcados como objetivos, y nuestra seguridad, por lo menos desde el 1 de mayo, corre una suerte distinta.
No se entiende cómo hemos llegado a escuchar un discurso de tanto odio, tan temerario, de tantas amenazas en un país con casi 9 millones de víctimas del conflicto armado, donde las ideas y los discursos políticos han sido abatidos, han sido acabados a bala, y en el que hoy nuestros policías y militares son perseguidos para matarlos hasta en sus propias casas.
Definitivamente, el desgobierno del presunto cambio carece tanto de cultura como de civilidad; eso sí, le sobra salvajismo, ignorancia y barbarie.
Le Puede Interesar : Exclusivo | Conferencia del Dr. Jesús María Silva Sánchez: Los Avances del Derecho Económico
Colombia debe despertar. Nuestra oportunidad está en el 2026. No desfallezcamos.