Opinión: Asamblea Constituyente, pretexto reeleccionista. Rep Carlos Edward Osorio

En medio de tantas problemáticas por las que atraviesa Colombia, inseguridad, desempleo, decrecimiento económico entre otros, el Gobierno obstinado del Presidente Gustavo Petro insiste en apagar el fuego con gasolina, promoviendo propuestas que generan incertidumbre, espantan inversionistas y diezman la poca confianza que en las instituciones hoy subsiste.

Uno de los grandes temores, preocupaciones y angustias que le asistía a los Colombianos con el entonces candidato Presidencial Gustavo Petro en 2018 y en 2022, justamente tenía que ver con la idea de que llegara a hacer locuras. Si bien, muchos coincidían en la necesidad de cambios, la mayoría temía que para sacar adelante esos cambios, se propicia una ruptura institucional.

Ante la imperativa y urgente necesidad de superar dichos temores en la ciudadanía, para construir una esquiva confianza, en compañía de Antanas Mockus y de Claudia López, Gustavo Petro en 2018 asemejando las icónicas tablas de Moisés donde se exponen los diez mandamientos de la Ley de Dios, Gustavo Petro en unas tablas similares expuso sus propios mandamientos, en su caso doce, asegurando en el segundo de ellos textualmente lo siguiente: “NO CONVOCARÉ A UNA ASAMBLEA CONSTITUYENTE”.

En la campaña de 2022 la situación no fue diferente. Recurrentemente se le indagó sobre el particular, siendo claro, contundente y enfático el entonces candidato Gustavo Petro, sosteniendo igualmente que no convocaría una Asamblea Nacional Constituyente, haciendo gala de que no tendría que hacerlo, pues no necesitaba cambiar la Constitución que ellos mismos habrían ayudado a construir en 1991 con la Fuerza Democrática o Alianza Democrática M-19, pues las políticas que pretendía implementar, desde su pretenso gobierno, se podían sacar adelante con la Constitución vigente.

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Pues bien; la metamorfosis Kafkiana de la que suelen sufrir quienes migran de candidatos a gobernantes, sumado a la incoherencia, falta de seriedad y de palabra, no ha sido ajena al hoy mandatario. No se han cumplidos dos años del mandato, y hemos navegado por un mar revolcado, picado y tenebroso, que acusa con convertirse en un genuino y auténtico tsunami. El Presidente de la República poco o nada sabe de construir consensos, y cuando sus reformas no han sido aprobadas, ha tratado de sacarlas adelante vía decreto, estrangulando y arrodillando a quienes se resisten frente a sus caprichos, a través de persecuciones desbordadas.

Los últimos cuatro meses han sido especialmente turbulentos. De hecho, fue el pasado 15 de marzo cuando el Presidente Petro en su discurso en Puerto Rellena-Cali, anunció que convocaría una Asamblea Constituyente, levantando un genuino polvorín, pues desde dicha declaración, pasando por la del excanciller Leyva con su exótica tesis del “Acuerdo Especial” y la de la semana pasada del ministro designado Juan Fernando Cristo, los diferente sectores sociales se han pronunciado, como también las diferentes ramas del poder público, advirtiéndole una clara oposición frente a la propuesta, sin perjuicio de unas pocas voces aisladas que acompañan la misma, lo cual evidencia que la iniciativa lejos está de registrar los consensos que en estos casos se requiere.

Y es que sin dejar de reconocer, que el sorpresivo anuncio del Ministro del Interior Designado, por lo menos habla de adelantar el proceso constituyente a través de los mecanismos de reforma previstos en la propia Constitución, lo cierto del caso, es que más allá de que se se esté de acuerdo o no, con realizar una reforma constitucional, la confianza se ha perdido. Cómo creerle a un Presidente que prometió no convocar una Asamblea Constituyente? Cómo creerle a un Ministro que hace apenas poco más de un mes, el 29 de Mayo del presente año publicó en su cuenta de X de manera escuelera y elocuente lo siguiente: “Repitan conmigo. LA CONSTITUYENTE ES INVIABLE. LA REELECCIÓN ES IMPOSIBLE”.

Pues su súbita e inexplicable posición de hoy, lo llevo a pensar en un dos por tres que la constituyente es viable. Seguramente será cuestión de pocos días, para decirnos también que la reelección es posible. Y es que, los procesos constituyentes se saben cómo empiezan pero no como terminan. Se trata de una caja de pandora, que al abrirla definitivamente no se sabe, que va a salir de ella, lo que supone un gran peligro.

Quienes nos oponemos no solo lo hacemos porque consideramos que es peligrosa e innecesaria una Constituyente, sino además, porque estimamos que no es un buen momento para que el país realice este debate. La inseguridad aumenta, crece el número de hectáreas de coca sembradas; los grupos armados cada vez toman más territorio en el país y su actuar es cada vez más despiadado y terrorista; por su parte la economía se marchita y el gobierno cada semana es protagonista de un nuevo escándalo, peor que el de la semana anterior, y en el congreso de la República, se subvierten las reglas procedimentales y se realizan jugadas inconstitucionales para aprobar reformas. Pero sobre todo contamos con un presidente que antes que buscar consensos, gradúa a quienes ejercemos oposición como enemigos del pueblo, y desestima y ataca en términos generales a las Ramas del Poder Público que ejercen los correspondientes pesos y contrapesos democráticos, acusándolos de ser promotores de golpes blandos, sosteniendo que su incompetente gobierno, no ha logrado gobernar y que su gabinete no ha ejecutado los recursos presupuestales, porque no se les ha permitido.

La comunicación ha sido otro gran problema. Será quizás porque Colombia parece un barco a la deriva, con un capitán que no tiene claro el puerto de destino; o si es que acaso tiene claro el destino, no sabe cuál es la ruta certera y segura que debe transitar para llegar al correspondiente puerto. Y es que frente al tema de la Constituyente, cada vez se dice algo distinto lo cual nos impide saber a ciencia cierta qué es lo que quiere el gobierno. Recordemos que primero se planteó la idea de una Asamblea Constituyente, apelando al pueblo, siendo este y no el Congreso el que convocaría la Asamblea. Después se habló del famoso Acuerdo Especial, que de alguna manera legitimaba al Gobierno Nacional, para que vía decreto presidencial la convocará; algunos senadores hablaron de que es necesario que en la asamblea constituyente se restablezca la figura de la reelección presidencial, hablando abiertamente de que quieren que Gustavo Petro perdure en el poder y otros del mismo gobierno dicen que no quieren reelección sino ampliación del periodo. Ahora hablan de un Acuerdo Nacional entre todos los sectores para no modificar la constitución del 91 sino para hacer reformas necesarias, reformas que requiere la misma; pero otros hablan de un Acuerdo Nacional para lograr convocar finalmente la Asamblea Constituyente.

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En fin, esto es un genuino enredo ¿Confunde y reinarás? ¿Divide y vencerás? ¿ Será está la mejor cortina de humo que tiene el gobierno para que la vista pública se centre en esta discusión sin propósito, opacando los magnos escándalos que siguen sin resolución? ¿Será acaso el pronunciamiento del Ministro del interior designado Juan Fernando Cristo, otro ruido ensordecedor, para invisibilizar estos insolutos problemas? ¿Será que hablar de reformas como la de la Justicia, la reforma Política o la relativa a la descentralización son verdaderos propósitos o apenas pretextos para convocar una constituyente, cuando dichas reformas podrían tramitarse vía acto legislativo? El Honorable Magistrado Jose Fernando Reyes Cuartas, Presidente de la Corte Constitucional, tuvo razón, cuando en el evento conmemorativo de los 33 años de la proclamación de la Constitución de 1991, afirmó : “Me pregunto, ¿cómo seguir hablando de nuevos proyectos constitucionales si es que no hemos sido capaces de desarrollar y hacer cumplir el pacto que nos forjamos en 1991?” “La constitución no debe ser una masa deforme, gelatinosa, y banal, cambiable a placer, sino al revés, un texto rígido con muy relativas flexibilidades, que precisa de muy meticulosos y exigentes requisitos de variación y cambio. La banalización de la constitución, y lo que es aún peor, el querer cambiarla porque sí, es el peor mensaje que puede enviarse a un pueblo”.

Estamos de acuerdo con los consensos, el diálogo y los acuerdos que beneficien al país y al pueblo Colombiano, sin pensar en elecciones próximas o en la imagen favorable de un gobierno. Este gobierno debe luchar por cumplirle al país, generar empleo, otorgar seguridad, combatir el hambre, la desigualdad, lo que prometió Gustavo Petro y no ha cumplido por distraer su poder en debates como estos.

Y mientras esto acontece en Colombia, en el país siguen matando a nuestro soldados; en Valdivia Antioquia murieron 6 militares tras caer en campo minado en enfrentamientos con disidencias de las FARC y el ELN. Y eso que la Constitución que juró cumplir el Presidente Petro dice que se garantiza el derecho a la vida, el cual es inviolable. Qué tal si nos dedicamos a enaltecer la Constitución cumpliéndola, y no a burlarnos de ella, pretendiendo reformarla o sustituirla, argumentando problemas, que no han de faltar en Colombia, ocultando un velado interés reeleccionista.