
Descertificación: entre la indignación presidencial infundada y la realidad del narcotráfico.
Por Carlos Edward Osorio Aguiar
Tras de ladrón bufón, predica la enseñanza popular. Lo que resulta ser para los Colombianos de bien, una decisión que nos avergüenza, por el precario compromiso del Estado Colombiano con la política mundial antidrogas, el Presidente de Colombia convierte la descertificación en un espacio y en una oportunidad, para cuestionar al Presidente de los Estados Unidos, apagando así el fuego con gasolina. En palabras de Gustavo Petro, la decisión fue un “insulto”, una “grosería” y un “irrespeto” hacia su gobierno, y llegó incluso a invitar a Trump a “venir aquí” a discutir el tema de frente.
La alocución buscaba transmitir soberanía y firmeza, pero dejó ante la opinión pública más interrogantes de los que resolvió. El problema es que mientras Petro insiste en leer la descertificación como un ataque político y personal, los datos sobre cultivos ilícitos y producción de cocaína muestran una realidad compleja que no puede despacharse ni mucho menos resolverse con frases beligerantes y con cifras alejadas de cabo a rabo de la realidad y de la problemática actual del narcotráfico que que padecemos en Colombia.
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Su discurso veinte juliero con el que pretende despertar un sentimiento de indignación patriótico, además de poco creíble y mucho menos diplomático, lo que si logra, es profundizar las heridas y las distancias, de por sí ya grandes, entre otras cosas por su complacencia y por su complicidad con el narco estado que lidera ilegítimamente Nicolás Maduro.
Mientras Petro se indigna, la realidad lo contradice. Según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Colombia cerró 2024 con más de 320.000 hectáreas de coca. El potencial de producción de cocaína pura creció otro 20 % en un año, y aunque las incautaciones alcanzaron unas 800 toneladas, dicho significativo y aparente logro, se ve opacado por la desmedida y exagerada producción del alcaloide.
Frente a esos números, la descertificación de Estados Unidos no es un capricho político: es la constatación de que la estrategia antidrogas colombiana ha fracasado. De acuerdo con el Informe Mundial sobre las Drogas, el país concentra el 67 % de los cultivos mundiales de hoja de coca, esto equivale a dos terceras partes, y vio un aumento del 53 % en la producción. También aumentó la concentración de la producción de hoja de coca y la fabricación de cocaína en zonas de alto rendimiento de Colombia. Se le olvidó en sus cifras amañadas al Presidente Petro, decir que, según la Oficina de la ONU contra las Drogas y el Delito, es en su gobierno que la economía de la coca ha estado más interrelacionada con las economías ilícitas.
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Presidente Petro, Usted evidentemente no ha entendido cuál es la problemática que tiene en su propio país, yo se la explico: una hectárea de coca puede producir hoy el doble de lo que producía hace dos años. Por eso, Señor presidente, usted puede hablar de sus erradicaciones voluntarias, porque ya el negocio no está en tener más hectáreas, sino en concentrarse en las hectáreas que han logrado ser más productivas. El negocio mutó, tuvo una mutación, una adaptación más rentable. Por eso las cifras y estadísticas que presentó en su alocución presidencial, no demuestran la realidad de esta crisis.
¿Qué pesa más Presidente? ¿Incautar o lograr disminuir la producción? Es sencillo: las incautaciones vistas de manera aislada parecen en primer momento, un gran logro, pero si se revisan en su justo contexto, entre más producción de coca es apenas entendible que se puede evidenciar más y más incautaciones. Sus incautaciones no han detenido el narcotráfico: ha crecido frente a sus políticas y frente a sus estrategias, por no decir, que frente a sus propias narices.
Según el embajador de Estados Unidos encargado en Colombia, John McNamara, a pesar de los esfuerzos del país en materia de incautaciones, no se ha logrado detener el ritmo frente a la producción potencial de cocaína. Dijo el alto funcionario: “En el 2021 se estima que Colombia incautó el 54 % de la producción estimada, esto en el Gobierno Duque, pero ya en 2022 cayó a 39 % y descendió aún más en el 2023 a 32 %”. Esto son palabras del diplomático.
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Una caída sostenida que refleja que, aunque se capture más droga en números absolutos, la producción crece aún más rápido y desborda la capacidad de control. Se evidencia un fallo en la política antidrogas, en querer mostrar logros con las incautaciones pero dejando intactas problemáticas históricas estructurales con mayor inmunidad. Un ejemplo son las asonadas contra nuestra Fuerza Pública, presuntos “campesinos” que en verdad son defensores del narcotráfico y que han violentado a nuestros policías y soldados para que no cumplan su labor. ¿Así dice Usted que ha trabajado en la sustitución de cultivos? ¿Así le dice al gobierno de EE. UU. Con desfachatez, que el problema se resuelve incautando cocaína a los narcotraficantes mientras la producción se dispara y se neutraliza a la fuerza pública?
Lo cierto del caso es que el ilícito negocio ha crecido exponencialmente y cada vez más poblaciones mientras el Presidente de Colombia se hace el de la vista gorda, dependen y viven de esta droga. Aún así, se atreve a decir que en el país “no se pierde ni un centímetro cuadrado ni de soberanía territorial”. Presidente, si a los militares los desplazan de los territorios, los prenden con gasolina y los secuestran si están ahí, ¿cómo se llama eso? ¿Soberanía? Soberanía y además sensatez por no hablar de raciocinio, es lo que Usted ha perdido, tratando de defender lo indefendible y de justificar lo injustificable.
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Mientras el Presidente reta a Washington, en departamentos como Nariño, Putumayo y Norte de Santander, la coca sigue siendo el motor de la economía. Y mientras en el Palacio de Nariño se habla de dignidad, en el Catatumbo los campesinos no ven ni sustitución ni presencia estatal. Ese, ese es el verdadero punto de fondo: mientras el Gobierno se refugia en discursos grandilocuentes, de dignidad y soberanía, las cifras lo desmienten y las comunidades en los territorios sí que lo sienten.