[Opinión] magnicidio Miguel Uribe ¿quiénes son los responsables? representante Carlos Edward Osorio

UN ESTADO QUE NO GARANTIZA LA VIDA DE LOS COLOMBIANOS, MUCHO MENOS GARANTIZA LA DE QUIENES EJERCEMOS OPOSICIÓN.

Hoy Colombia vive un gran luto, pero no es un luto cualquiera. No es el luto inevitable de la muerte natural, ni el dolor que provoca el azar, la fuerza mayor o el caso fortuito. Es el luto de la vergüenza. El luto de un Estado que permitió que asesinaran a un Senador de la República a plena luz del día en un acto público, en la capital del país, en pleno siglo XXI.

La consigna constitucional consagrada en el inciso 2o del artículo 2o de la Constitución Politica proclama que las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades. Pero en este caso, la principal, óigase bien, la principal autoridad de la República que es el Presidente Gustavo Petro, no le garantizó a Miguel Uribe Turbay su vida.

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No le perdonaron a Miguel Uribe, su espíritu combativo con el que defendió sus ideas y especialmente con el que ejerció la oposición, llegando al punto incluso de desafiar a los perpetradores de su atentado, tanto materiales como intelectuales -estos últimos que aún siguen en la penumbra de la impunidad-, y lo hizo por más de dos largos meses luego de aquel fatídico sábado siete de junio, en una clara señal de que quería vivir para seguirlos enfrentando, y como un mensaje aleccionador para quienes fuimos sus amigos y seguidores, en el sentido de que no podemos desfallecer, ni mucho menos permitir que nos arrodillen por grande y por compleja que sea la dificultad, la cual tenemos que enfrentar con agallas, valor, dignidad, resistiendo hasta el final como él con estoicismo lo hizo.

Miguel tenía apenas 39 años. Era el precandidato presidencial más opcionado del Centro Democrático, el único partido que desde el primer día del Gobierno de Gustavo Petro, se declaró en Oposición. Estaba lleno de sueños, metas e ilusiones en procura de contribuir a construir un mejor país, dispuesto siempre a buscar consensos sin negociar principios ni valores.

No se cansó de ondear por todos los rincones del país la bandera de la seguridad, pues sin ella, sostenía con vehemencia, jamás podríamos transitar el camino hacia la verdadera paz, paz cuya búsqueda no nos da licencia para tolerar la impunidad y seguridad cuya búsqueda, no lo convertía en un promotor de la guerra, como con falsas narrativas lo querían mostrar sus contradictores. De allí que sostuviera a voz en cuello que: “Con Miguel Uribe Vuelve la Seguridad”.

Este magnicidio, que nos duele hasta el alma a millones de Colombianos, ha pretendido banalizarse por parte del Gobierno Nacional y algunos de sus más cercanos amigos. Si, por el mismo Gobierno que lidera el Presidente Petro y por algunos de sus imprudentes e irrespetuosos miembros, a quienes como arriba se dijo, les corresponde como autoridades de la República, garantizar la vida de todos, pero de todos los Colombianos.

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El hecho de que servidores públicos, como lo es, el vocero de la casa de nariño, el jefe de Despacho del gobierno, el Pastor Alfredo Saade, haya afirmado que la actividad política tiene un riesgo y lo compare con el riesgo de montar bicicleta restándole importancia al asesinato de un dirigente de oposición que le hacía justamente oposición al gobierno que el representa, es cuando menos, despreciable, indignante y reprochable. La precaria condición humana de una persona como el pastor Saade, lo hace indigna de ocupar cualquier cargo público. Ojalá la Procuraduría tome cartas en el asunto con sentido de urgencia.

En el mismo sentido, las declaraciones del exalcalde Daniel Quintero, quien ya después de anunciada la muerte de Miguel Uribe siguió asegurando que todo era una estrategia de la derecha para efectuar un golpe de Estado y desestabilizar al gobierno; o como la senadora Isabel Zuleta, quien afirmó que la Fundación Santa Fe era parte de un complot con la derecha del país… Todas, todas son afirmaciones francamente irresponsables, que revictimizan especialmente a la familia de Miguel y a sus seguidores y amigos. Pero de tal palo tal astilla, además que no se le puede pedir peras a un naranjo. Ellos siguen la línea y las formas de su jefe, el presidente Gustavo Petro, quien con ocasión del asesinato de Miguel no tuvo reparos en afirmar que “el riesgo estaba atado a su forma de hacer política”, o que no se “dejarán manipular”, sugiriendo que las palabras durante las exequias de Uribe Turbay, fueron de “venganza”.

Ahora, con su acostumbrado estilo contradictorio, el Presidente Petro pretende borrar de un plumazo como si nada, los instigadores mensajes, sí, los instigadores mensajes contra Miguel Uribe Turbay – por lo menos 43- los cuales quedaron consignados en su cuenta de X, ondeando ahora, banderas blancas de paz, cuando no hace mucho ondeaba frente al Congreso de la República, la bandera de “guerra a muerte” que utilizaba Simón Bolívar, apuntando en esta ocasión, al Congreso y declarando a congresistas como Miguel, como yo, y como todos los que nos oponemos a su gobierno de barbarie, que éramos enemigos del pueblo.

Y es que los Colombianos tenemos memoria. Aún no olvidamos aquel instigador mensaje publicado el primero de mayo del presente año, un mes antes del atentado, cuando el Presidente de la República, si, el Presidente Gustavo Petro escribió: “¿Vas a llevar, Miguel Uribe, como tu abuelo, a diez mil colombianos a la tortura para frenar al pueblo? Ya no podrás, el pueblo se ha decidido”.

El discurso de odio es sobre el que ha edificado su liderazgo. Solo que al parecer nunca entendió que como Presidente, por lo menos en el papel, es a él, a quien le corresponde garantizar la vida de todos los Colombianos, incluso de quienes ejercemos la oposición.

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Un gobierno que se auto proclama como progresista y que no se sonroja en llamar a Colombia Potencia Mundial de la Vida, pero que no condena estos infames actos sino que, por el contrario, culpa a la víctima, no es digno del respaldo ciudadano, que en algún momento una circunstancial mayoría le otorgó.

Desafortunadamente se está normalizando la muerte selectiva como forma de hacer política. Me remito ahora a las palabras del expresidente Álvaro Uribe Vélez: “Confrontar al crimen no necesita un acuerdo nacional. Basta con la Constitución, que fue fruto de un gran acuerdo nacional”. Y a eso le añado, por supuesto, que hace falta una voluntad política que busque cumplirla y busque justicia.

Y es que hasta el momento en el caso de Miguel Uribe van seis capturados: autores materiales. Y mientras tanto, los autores intelectuales siguen libres. Hay señalamientos del Estado mismo que vinculan a las disidencias de la Segunda Marquetalia. Entonces, ¿por qué siguen libres? ¿Por qué no hay capturas? ¿Por qué tanto silencio?

El abogado de la familia pidió que este crimen sea declarado de lesa humanidad. Y tiene razón. Porque aquí no solo asesinaron a Miguel: asesinaron la esperanza de millones que todavía creíamos que la política podía ejercerse con la palabra, con los argumentos, no con las balas. De allí que se demande el acompañamiento internacional, si es que Colombia y sus instituciones, no asumen como es su deber y su responsabilidad, los cometidos que le corresponden.

Necesitamos que se esclarezca este crimen, que sabemos viene de una violencia desmedida, pero la cual no puede tener como justificación la retórica histórica, ni revolucionaria, ni social. El odio no se maquilla con discurso ideológico. Se denuncia, se combate y se castiga.

El crimen de Miguel no puede quedar como una estadística más, ni como un titular que se desvanecerá en dos semanas. Si lo permitimos. cuando caiga otro opositor, ya nadie se estremecerá. Y es que no estamos lejos de que asesinar opositores se vuelva costumbre. Para no ir muy lejos, el mismo día que despedíamos en el cementerio central en Bogotá a Miguel, atentaban contra mi compañero el Representante a la Cámara del Departamento del Huila, Julio César Triana.

No permitamos que lo anormal se vuelva normal. Acaso nos estamos acostumbrando a la barbarie? estamos condenados a tratar de sobrevivir en medio de la violencia? estamos perdiendo la capacidad de indignarnos y de asombrarnos frente a lo que ocurre a nuestro alrededor?. Porque eso es lo que quieren los violentos: que bajemos la guardia, que normalicemos el horror, que excusemos el crimen con causas sociales o discursos veintejulieros.

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Nuestro mayor enemigo es la violencia, el narcotráfico que nos invade en silencio, acompañado de los grupos armados insurgentes y de todo aquel que ha ayudado a que se apoderen de nuestro país.

Con la despedida a nuestro líder, también hemos hecho un juramento: su muerte no será inútil, la memoria de Miguel Uribe Turbay iluminará nuestro camino, y nos despertará cada vez que sea necesario, si el letargo intenta inmovilizarnos. No callaremos. Porque la justicia debe llegar. Y no solo la del adolescente que disparó. También la de quienes lo reclutaron, planearon, pagaron e idearon el fatídico hecho, por no hablar de la responsabilidad de quienes, desde el poder, con su diatriba y verborrea instigadora contribuyeron a que esto ocurriera.

Miguel ya no volverá, pero la verdad sí puede ver la luz. Y esa verdad es una urgencia nacional: esclarecer la autoría intelectual de este magnicidio y castigarla con todo el peso de la ley, debe ser un propósito al que no debemos renunciar. Porque cuando el asesinato de un opositor deja de horrorizarnos y nos mostramos indiferentes ante ello, la democracia ha muerto.

Finalmente, no puedo estar más de acuerdo con el Alcalde de Medellín cuando afirmó refiriéndose al asesinato de Miguel Uribe: “Yo no puedo asegurar que fue el gobierno, pero lo que sí puedo asegurar, es que si Petro no fuera Presidente, Miguel estaría vivo”.