“Bien, estamos ya casi completando dos años de discusión sobre cómo cambiar el sistema de salud de Colombia. Es interesante de todas maneras, y aquí hay varios congresistas que tienen en sus manos aún la posibilidad de ese cambio. En otros gobiernos lo que estaríamos discutiendo es cuántos han matado, cuánta gente ha desaparecido, cuánto dinero se han robado.
Seres humanos precisamente aquí presentes, los equipos básicos de salud. Básicos. Yo diría fundamentales, porque es aquí con la presencia física de ustedes, en su mayoría mujeres. Y esto es importante también. Esa experiencia la obtuvimos tres años, hace ya diez años, en la ciudad de Bogotá.
Cuando se habla de prevenir la enfermedad, las personas que se hacen alma de ese proyecto son las mujeres. Cuidan la sociedad desde el punto de vista de la vida, en uno de sus aspectos fundamentales: la salud. Cuando, por razones yo diría mercantiles, una parte del Congreso dice, “no votamos por esa reforma a la salud que establece un sistema preventivo”, está votando contra la mujer, tanto en la fuerza fundamental que se podría organizar para prevenir la salud, para prevenir la enfermedad, incluso la muerte, porque es una fuerza de la vida, como en el caso de los pacientes, porque lo que hemos logrado determinar a partir de las estadísticas es que los indicadores de salud que más fallan son los que corresponden precisamente a las mujeres.
Por eso, tenemos una tasa de mortalidad materna, la más alta de toda la OCDE. No solo las mujeres. Los niños. Por eso, tenemos una tasa de mortalidad infantil, la más alta de la OCDE. La OCDE, que es el club al que pertenecemos, de decenas de países, a los cuales, no logramos alcanzar en materia de salud.
Negociantes de la salud a favor de los poderosos
Y el debate que se ha desatado tiene que ver con la pertinencia de tener un sistema preventivo en salud. Y con la pertinencia de girar directamente los recursos públicos a hospitales y clínicas sin intermediarios. Eso es lo fundamental.
La salud de un pueblo no se les entrega a los negociantes, porque con toda seguridad van a fracasar, porque primero va a estar el precio de la medicina, primero va a estar la ganancia, primero va a estar la codicia, que el simple cuidado de la vida. La codicia por encima de la vida. Ese ha sido el signo en los últimos 30 años del sistema de salud colombiano.
Indudablemente la gente ha resistido, pero ha podido más el poder de los negociantes adueñándose de la vida política y de la libertad de la gente, que la misma gente. Y por eso este sistema de salud ha durado tanto y por eso está tan degradado, que ya cualquier investigador de un órgano de control puede encontrar, no que se perdieron 100 mil millones o 70 mil millones como aquella ministra de TIC’s alguna vez dejó refundir, cuando el dinero iba para el internet de los niños. 70 mil millones ya no es la cifra que encontramos. Ni 100.000 ni 500 mil millones ni 1 billón. Ahora cada investigación nos va mostrando que en un año cualquiera se perdieron 5, 6, 9 billones de pesos. Cantidades billonarias del dinero público que se fueron por unos vasos capilares complejos, escondidos ante la mirada pública, siendo el dinero público el que corría por allí a unas alcantarillas que finalmente terminan en las cloacas de los bolsillos particulares de los mismos dueños de la EPS, que sí tienen entonces para comprar clubes de golf, casas en Miami, jets privados y particulares, para gastarse el recurso, incluso, en sus propias clínicas que se agrandan, crecen, se multiplican, generalmente en los barrios más pudientes de Colombia. Nunca jamás, en un territorio negro. Nunca jamás, en un barrio olvidado y pobre. Nunca jamás, en las regiones excluidas de Colombia carcomidas por la violencia. Violencia que se produce, precisamente, porque allí se puede palpar, vivir y sufrir y morir, el abandono del Estado. Eso es lo que hemos querido cambiar. Y la experiencia concreta es que están, en su mayoría mujeres, participando de los equipos fundamentales de la salud, que hoy en un número de 62 todavía insuficiente, estamos comenzando.
Van por esos barrios pobres de la Cartagena que ningún turista conoce, que ningún Presidente de la República ha conocido, casita por casita, a veces en los barrios de invasión, donde no hay agua potable, donde no hay alcantarillado.ortalidad materna de la OCDE.
Gracias a que se visitó esa casa, gracias a que se recorre ese barrio de pobres, gracias a que hay gente que sabe de salud, yendo a donde está la gente y no esperando que llegue el paciente, quizás sin ningún remedio, a una puerta del hospital donde lo espera el paseo de la muerte. Gracias a eso hay una cartagenera, nacida en Cartagena, que hoy puede hablar y sobre la cual ya tenemos certeza que no va a morir en manos de la EPS. Quizás habría que recoger los dineros en el barrio para comprar un humilde féretro y enterrarla.
¿Qué dirán los dueños del poder económico de ese niño? No les importa. Para ellos es invisible. Para ellos es suficiente con tener la medicina prepagada que ellos mismos, por su capacidad de pago, pueden obtener y creen, casi que de manera automática, que los servicios de alta calidad que ellos reciben, los recibe toda la población colombiana. Y no se dan cuenta de que el sistema de salud que defienden está dejando a la gente literalmente morir.
Cuánta gente en esas islas sin ver un médico, sin que una embarcación que puede ser de sanidad, que sería bueno que aquí se dotara al Distrito de Cartagena, o a la Gobernación, más bien del departamento de Bolívar, de una de esas, para que recorriera los islotes, para que fuera al grupo de islas de San Bernardo o las del Rosario, hasta la Isla Fuerte y pudieran atender a toda la población isleña, mucha de la cual no sabe qué es un médico, qué es una médica.
Casi todos los dueños de comunicación son del Chapinero Alto y creen que lo que ellos reciben en servicio es igual al que recibe una señora en Ciudad Bolívar, y se engañan y mienten y mienten.
Congresistas, salven la reforma a la salud
Les pido a los congresistas aquí presentes que el lunes traten de salvar la reforma a la salud, porque es salvar a la gente. El Congreso de la República se puede reconciliar con la población, porque no es que se obtuvieron no sé cuántos votos en total diez, 11 millones o 12 para la elección de los congresistas. Es que la legitimidad de una institución depende del apoyo diario y cotidiano de la población. Cuando ese apoyo se pierde porque no está mirando las necesidades de la gente. Y el Congreso de la República sí que tiene décadas de no mirar las necesidades de la gente.
Veinte años estuve allí y yo nunca observé un proyecto de ley, más bien, una ley aprobada, que fuera para el pobre. Siempre eran leyes para los ricos, para los poderosos. Constituyendo sistemas, en donde lo que es común y lo que es de todos y de todas, se iba convirtiendo a través de la máquina, en dinero particular de banqueros, de la gente más rica, de los multimillonarios de Colombia, a veces de extranjeros.
Eso ya no puede seguir así. El estallido social y las elecciones del 2022 lanzaron un mensaje que debe ser aprendido, que debe ser analizado y tramitado. El mensaje es que el pueblo colombiano no quiere seguir más en la injusticia, que el pueblo colombiano no quiere seguir más en la violencia, que el pueblo colombiano no quiere seguir más en la ignominia y que, por ello, necesita de instituciones que lo atiendan, que lo escuchen y que le hagan caso.
Cuando el pueblo decide y se le hace caso, el pueblo es constituyente, el pueblo tiene poder. Nosotros somos – y dice la Constitución – servidores públicos. Servidor es el que sirve. Es que es sirvienta de su pueblo, no al revés. Eso somos nosotros, usted gobernador y usted ministro y yo como presidente de la República y ustedes, congresistas, sirvientes del pueblo.