La elección del cardenal Robert Prevost como el papa número 267 de la Iglesia católica ha causado sorpresa y alegría, especialmente entre los fieles del continente americano. Con el nombre de León XIV, se convierte en el segundo pontífice originario de América, marcando un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia.
¿Una elección inesperada?
Lejos de los pronósticos y las apuestas en línea que apuntaban a figuras como Pietro Parolin o Luis Tagle, la elección de León XIV tomó por sorpresa a muchos dentro y fuera del Vaticano. Su perfil discreto y su cercanía pastoral lo han convertido rápidamente en una figura esperanzadora para sectores que pedían una renovación espiritual más profunda.
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Su primera Misa Pro Ecclesia,
En su primera Misa Pro Ecclesia, celebrada junto a los cardenales en la Capilla Sixtina, el papa León XIV ofreció una homilía directa y reflexiva. Hablando primero en inglés, llamó a la Iglesia a ser “un faro que ilumine las noches del mundo”, e instó a los católicos a dar testimonio de la fe en contextos donde esta es cada vez más desestimada.
“Hoy se prefiere la tecnología, el dinero, el éxito, el poder, el placer”, afirmó. Y advirtió que incluso entre muchos bautizados, Jesús es reducido a “un líder carismático o un superhombre”, lo cual lleva a “vivir un ateísmo práctico, aunque se profese la fe”.
El nombramiento de León XIV genera gran expectativa en el mundo católico. Se espera que su pontificado esté marcado por un enfoque pastoral renovado, cercano a los fieles y sensible a los desafíos contemporáneos, desde la secularización hasta las transformaciones sociales que vive la Iglesia en todos los continentes.
León XIV: Que la Iglesia sea un faro que ilumine las noches del mundo
Las primeras palabras
En el mismo lugar donde ayer fue elegido 267º Pontífice, y donde pronto se desmontaron mesas y enseres del Cónclave para dejar paso al altar y a las sillas de los cardenales, León XIV comenzó a hablar improvisadamente, en inglés, dirigiéndose a sus «hermanos cardenales» que le habían llamado «al ministerio de Pedro», «a llevar la cruz y a ser bendecido con esta misión». «Sé que puedo contar con cada uno de ustedes -dijo- para caminar conmigo mientras continuamos como Iglesia, como comunidad de amigos de Jesús, como creyentes para proclamar la buena noticia, para anunciar el Evangelio».
🕊️ ¿Quién es el nuevo Papa León XIV?
Robert Francis Prevost, el pontífice norteamericano con raíces latinoamericanas
La Iglesia católica tiene un nuevo líder: Robert Francis Prevost, elegido como Papa León XIV, se convierte en el papa número 267 de la historia y en el segundo pontífice originario del continente americano, después de Francisco. Nacido en Chicago el 14 de septiembre de 1955, y con nacionalidad peruana desde 2015, León XIV representa una figura de transición entre el norte y el sur del continente, con una trayectoria marcada por el servicio pastoral y la formación clerical.
Prevost, primer papa perteneciente a la Orden de San Agustín, ha dedicado buena parte de su vida a la misión en Perú, donde fue obispo de Chiclayo.
Prevost estudió matemáticas en la Universidad de Villanova, antes de ingresar a la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino, donde se formó tanto en la vida religiosa como en el derecho canónico.
Los primeros compromisos del nuevo Papa
La Oficina de Prensa también ha comunicado la agenda de los próximos compromisos del nuevo Pontífice. Mañana, 9 de mayo, a las 11, celebrará una Misa con los cardenales en la Capilla Sixtina. Será transmitida en directo por los canales de los medios vaticanos con comentarios en español.
Posteriormente, el domingo 11 de mayo a las 12, el nuevo Obispo de Roma rezará la oración del Regina Coeli desde la Logia central de la Basílica de San Pedro.
El lunes 12 de mayo a las 10, el Papa León XIV se reunirá en el Aula Pablo VI con todos los trabajadores de los medios acreditados ante la Oficina de Prensa de la Santa Sede que han cubierto los eventos de las últimas semanas.
Hoy no es fácil dar testimonio del Evangelio
En su texto, pues, el Pontífice mira al mundo, consciente de la realidad en la que los cristianos están invitados a llevar la Palabra de Dios.
Hoy también son muchos los contextos en los que la fe cristiana se retiene un absurdo, algo para personas débiles y poco inteligentes, contextos en los que se prefieren otras seguridades distintas a la que ella propone, como la tecnología, el dinero, el éxito, el poder o el placer. Hablamos de ambientes en los que no es fácil testimoniar y anunciar el Evangelio y donde se ridiculiza a quien cree, se le obstaculiza y desprecia, o, a lo sumo, se le soporta y compadece. Y, sin embargo, precisamente por esto, son lugares en los que la misión es más urgente.
El mundo que nos ha sido confiado
Existe «la falta de fe» que «a menudo lleva consigo dramas» como «la pérdida del sentido de la vida, el olvido de la misericordia, la violación de la dignidad de la persona en sus formas más dramáticas», enumeró el Pontífice, que no olvida «la crisis de la familia y tantas otras heridas que acarrean no poco sufrimiento a nuestra sociedad». Y hay también «contextos en los que Jesús, aunque apreciado como hombre, es reducido sólo a una especie de líder carismático o superhombre», y esto «no sólo entre los no creyentes, -subrayó León XIV- sino incluso entre muchos bautizados, que de ese modo terminan viviendo, en este ámbito, un ateísmo de hecho».
Este es el mundo que nos ha sido confiado, y en el que, como enseñó muchas veces el Papa Francisco, estamos llamados a dar testimonio de la fe gozosa en Jesús Salvador. Por esto, también para nosotros, es esencial repetir: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16).
Desaparecer para que Cristo permanezca
Y luego el Papa habló, en primera persona, «como Sucesor de Pedro», recordando su «misión de Obispo de la Iglesia que está en Roma, llamado a presidir en la caridad la Iglesia universal» y recordando las palabras de San Ignacio de Antioquía, mártir en Roma: «en ese momento seré verdaderamente discípulo de Cristo, cuando el mundo ya no verá más mi cuerpo».
Sus palabras evocan en un sentido más general un compromiso irrenunciable para cualquiera que en la Iglesia ejercite un ministerio de autoridad, desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (cf. Jn 3,30), gastándose hasta el final para que a nadie falte la oportunidad de conocerlo y amarlo. Que Dios me conceda esta gracia, hoy y siempre, con la ayuda de la tierna intercesión de María, Madre de la Iglesia.
Un modelo de humanidad santa a imitar
Antes de explicar cuál es la misión que la Iglesia debe llevar a cabo hoy, el Pontífice se detuvo en Cristo, «único Salvador y el que nos revela el rostro del Padre», aquel en quien «Dios, para hacerse cercano y accesible a los hombres, se nos reveló en los ojos confiados de un niño, en la mente inquieta de un joven, en los rasgos maduros de un hombre», que luego se apareció «a los suyos, después de la resurrección» y «mostrando así un modelo de humanidad santa que todos podemos imitar». Sin olvidar la «promesa de un destino eterno que supera todos nuestros límites y capacidades».


