
La escena en el Aeropuerto de Brasilia estuvo cargada de frustración. Jair Bolsonaro, el expresidente de Brasil, rompió en lágrimas al no poder asistir a la toma de posesión de Donald Trump el próximo lunes, un evento al que había sido invitado por el propio Trump. El mandatario estadounidense, quien había expresado en varias ocasiones su cercanía con Bolsonaro, había dejado claro que deseaba la presencia de su antiguo aliado en el acto, pero la realidad fue muy diferente para el exmandatario brasileño.
Bolsonaro había solicitado permiso para viajar a Washington, pero el Tribunal Supremo Federal de Brasil, en manos del juez Alexandre de Moraes, le negó la autorización, considerando que su viaje a Estados Unidos no era un asunto oficial, sino de carácter personal. En febrero, el mismo tribunal había retirado su pasaporte en relación con las investigaciones por su posible implicación en el intento de golpe de Estado del 8 de enero de 2023. La negativa del juez de permitir su salida del país generó una reacción emocional en Bolsonaro, quien acusó ser víctima de una “persecución política” y se autodenominó un “preso político”.
«Soy un preso político a pesar de estar sin tobillera electrónica», dijo Bolsonaro, quien no pudo ocultar su indignación.
La posibilidad de que se le impusiera una tobillera electrónica de seguimiento fue una de sus principales preocupaciones, algo que consideró «humillante». En un tono visiblemente afectado, añadió: «Espero que su excelencia no quiera colocármela para humillarme más. Es vergonzoso».
El exmandatario no solo lamentó no poder estar presente en el evento de Trump, sino que también recordó las oportunidades de diplomacia que había planeado. Había organizado encuentros con jefes de Estado a través de su hijo Eduardo Bolsonaro, quien finalmente viajaría en su lugar, acompañado de su esposa. “Quería estar allí. Es muy doloroso no poder acompañar a mi esposa, pero mi hijo lo hará en mi lugar”, comentó.
La frustración de Bolsonaro también se centró en la invitación que recibió de Trump, a quien consideraba un aliado clave en la promoción de la democracia en Brasil. «Me invitó porque tiene la certeza de que puedo colaborar con la democracia en Brasil», afirmó, sin ocultar su pesar por las dificultades políticas que lo mantenían alejado de un evento de gran simbolismo.