En los menús de la nostalgia colombiana hay sabores que no se olvidan. Frisby, con su pollo crocante y su inconfundible mascota amarilla, y Pony Malta, esa bebida que muchos asocian con la niñez, forman parte del imaginario colectivo nacional. Pero hoy, esas marcas no son solo parte de un recuerdo compartido: son protagonistas de una disputa legal que ha encendido las alarmas sobre la protección del patrimonio comercial colombiano fuera de sus fronteras.
La controversia estalló cuando Frisby S.A. BIC, la cadena de pollo frito con más de 48 años de historia, denunció públicamente la existencia de una empresa en Bilbao, España, registrada como Frisby España S.L.. Esta compañía estaría utilizando no solo el nombre, sino también el logotipo, la tipografía y hasta la emblemática mascota del pollito, para promocionar una supuesta expansión de la franquicia. Todo, según la empresa colombiana, sin autorización alguna.
La situación, que podría parecer un simple malentendido comercial, tomó tintes más complejos cuando se reveló que la empresa española había solicitado ante la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO) la anulación del registro europeo de la marca Frisby, argumentando que no ha sido utilizada de forma efectiva en el territorio.
La EUIPO ha dado un plazo de dos meses para que la compañía colombiana demuestre su actividad comercial en Europa. De no lograrlo, corre el riesgo de perder el derecho sobre su propia marca en el continente. Mientras tanto, en Colombia, la indignación no se ha hecho esperar. En redes sociales, la etiqueta #FrisbyEsColombia se viralizó, y hasta un ciudadano español se unió a la defensa. En un video con más de 700 mil visualizaciones, pidió perdón a los colombianos: “No solo nos llevamos el oro, sino vuestro bien más preciado… Frisby no es solo un restaurante, son recuerdos bonitos de mi estancia en Colombia”.
Y cuando el país aún digería esa noticia, se conoció que Pony Malta, otra marca icónica del portafolio de Bavaria, también enfrenta una disputa en Europa. El intento de registro fue presentado por un ciudadano residente en Barcelona, Carlos Alberto Rendón, en agosto de 2023. El proceso incluye la apropiación del logotipo del pony, los colores tradicionales y la tipografía que desde hace décadas identifican a esta bebida.
Bavaria ya ha interpuesto los recursos legales para frenar el registro, pero el caso sigue abierto ante la autoridad europea. Lo que está en juego no es solo una botella de malta, sino el derecho de un país a preservar sus símbolos comerciales.
Estos casos reabren un viejo debate: ¿cuán protegidas están las marcas latinoamericanas en el tablero global? En un mundo donde la identidad se vuelve un bien disputado, el patrimonio comercial de los países en desarrollo queda en la mira de oportunistas sin escrúpulos. Porque, al final, lo que está en juego no es solo una marca, sino una parte del alma colectiva.
Frisby y Pony Malta no solo venden productos. Venden historia, pertenencia, memoria. Y ahora, deben defenderlas a miles de kilómetros de casa.


