Atentado Miguel Uribe. Exclusivo. Las revelaciones en la audiencia de alias El costeño

Alias El Costeño: el rostro detrás del atentado contra Miguel Uribe y el rastro criminal que dejó al descubierto una estructura mafiosa

Bogotá, 14 de julio de 2025.
Elder José Arteaga Hernández, conocido como El Costeño o Chipi, fue presentado ante la justicia como el presunto cerebro del ataque armado contra el senador Miguel Uribe Turbay en el parque El Golfito, en el barrio Modelia el pasado 7 de junio.

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De barbero en Engativá a líder logístico del crimen

Según reveló la Fiscalía General de la Nación durante la audiencia de imputación, Arteaga no solo coordinó el atentado, sino que ocupaba un rol de cabecilla dentro de una organización criminal dedicada al sicariato, tráfico de armas y homicidios selectivos en zonas como La Estanzuela, Las Cruces, Bosa, Las Américas y Teusaquillo. Su fachada era una barbería en el barrio El Muelle, en Engativá, donde varios testigos aseguran que comenzó su acercamiento con personas vinculadas al crimen organizado.

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Cinco personas han sido capturadas, entre ellas Elder José Arteaga Hernández, alias El Costeño, señalado como el principal articulador del atentado. Su captura, ocurrida el pasado 5 de julio en el barrio El Muelle, puso fin a 28 días de persecución sigilosa, seguimiento con drones, interceptaciones, delaciones y errores cometidos por el propio criminal.

Los investigadores no solo lo acusan de haber planeado el ataque, comprado el arma y coordinado la huida, sino también de haber intentado eliminar a sus propios cómplices para silenciar cualquier vínculo. Las pruebas son contundentes: grabaciones, chats, movimientos bancarios y testimonios directos.La Fiscalía advierte que aún faltan al menos cuatro capturas y que se está cada vez más cerca de identificar a los autores intelectuales.

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Una testigo clave relató ante las autoridades que lo conocía desde hacía años como “Chipi” y que recientemente lo había visto junto a alias Junior, otro implicado en la red criminal, entregando dinero a un menor para “comprar almuerzo para el socio”, referencia que, según ella, solo usaban para identificar a Arteaga.

La estrategia del engaño: el uso de un menor como sicario

El componente de esta trama fue la forma en que El Costeño manipuló a un menor de 15 años para que cometiera el atentado. La Fiscalía reveló que Arteaga tenía como objetivo reclutar a un adolescente entre 14 y 15 años para que ejecutara el disparo, sabiendo que el joven sería procesado por el sistema penal juvenil y no como adulto.

El ente acusador, expuso las  promesas falsas que Arteaga hizo al menor: supuestamente tenía contactos dentro de la Policía, quienes garantizarían su huida luego del crimen. La realidad fue otra. El joven quedó solo tras el disparo, y en una conversación posterior con su cómplice Katherine Martínez, alias Andrea, Arteaga reconoció que todo fue una mentira para asegurar la ejecución del plan.

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Logística criminal y borrado de huellas

La Fiscalía detalló que la operación fue meticulosamente planeada. Tres días antes del atentado, Arteaga se reunió con William Fernando González Cruz, alias campanero, para definir la ruta de huida y la forma en que se eliminarían las pruebas. Luego del ataque, Arteaga y Andrea huyeron a pie hasta encontrarse con González frente al almacén Jumbo de la Avenida Cali, donde abordaron un vehículo Spark gris.

Ya en fuga, ordenaron desechar las tarjetas SIM, vender los celulares y arrojar al río Bogotá pertenencias clave del menor: su celular, la chaqueta y una gorra roja. Un operativo que incluyó también el formateo de celulares y la ocultación de vehículos, según audios presentados en la audiencia.

Una transferencia por Nequi, realizada por El Costeño minutos antes del ataque, terminó de delatarlo. La empleada de un local donde compraron alimentos tomó una captura del pago que reveló el nombre completo del atacante. Un error que se sumó a otros rastros digitales que permitieron su ubicación y posterior captura.

Una red en expansión y sus otros eslabones

La estructura no operaba sola. A la fecha, cinco personas enfrentan procesos judiciales: además del menor y El Costeño, también están William Fernando González, Carlos Eduardo Mora González (conductor), y Katherine Martínez. La Fiscalía ha identificado al menos diez miembros de la red.

Carlos Mora fue detenido en un retén policial y confesó su participación de forma voluntaria. Katherine Martínez, por su parte, fue reconocida por un policía que la había judicializado semanas antes por daños en bien ajeno. Ambos solicitaron protección, aludiendo a que la organización criminal “tiene muchos alcances y es altamente peligrosa”.

El caso también ha derivado en la búsqueda de alias Junior o Veneco, presunto socio cercano de Arteaga, a quien se le atribuyen múltiples “vueltas” y labores logísticas en la operación.

Más allá del atentado: conexiones con otros crímenes

El historial de alias El Costeño no termina en Modelia. Según la Fiscalía, también estaría vinculado al homicidio de un comerciante mexicano que estaba de paso en Medellín y a la planeación de un atentado con explosivos en Bogotá que no se llegó a ejecutar. Su rol como coordinador del traslado de armas y bombas, así como su participación directa como sicario, lo convierten en una figura clave para entender cómo operan las estructuras criminales que mezclan sicariato, terrorismo urbano y reclutamiento de menores.

¿Motivación política?

Aunque la Fiscalía aún no ha hecho una declaración concluyente, se mencionó durante la audiencia que Miguel Uribe había emitido alertas a la Unidad Nacional de Protección (UNP) sobre su situación de riesgo.

El proceso continúa

Alias El Costeño fue imputado por los delitos de homicidio agravado en grado de tentativa, concierto para delinquir, uso de menores para la comisión de delitos, porte ilegal de armas y destrucción de elementos probatorios. No aceptó los cargos.

Desde uno de los calabozos más vigilados del búnker de la Fiscalía, espera ahora las decisiones de la justicia, mientras las autoridades siguen desmantelando la red criminal que logró infiltrarse en la cotidianidad de barrios populares, usando fachadas como barberías y negocios informales para operar con sigilo.


¿Quién protege a quién? Esa es una de las preguntas que quedan abiertas mientras avanza el proceso.